Los 5 Enólogos…


 … Que Han Mejorado la Reputación del Vino Eapañol en el Mundo…

Aunque el vino español sigue luchando por ser reconocido a la misma altura que países productores como Italia y Francia, hoy día nadie duda de su excelencia.
Nombres como Vega Sicilia, Pingus o L’Ermita son bien conocidos en todo el mundo, pero detrás de estas grandes marcas encontramos a enólogos y bodegueros que son los verdaderos responsables de su éxito, cuya historia, al contrario que la de sus vinos, no está en boca de todos.
A pesar que los seleccionados son realmente nombres de peso. Estos cinco enólogos son los que han convertido el vino español, dándole cuotas de calidad nunca antes vistas.
  1. Mariano García

Aunque en la actualidad Mariano García reparte su tiempo entre Mauro, San Román y Aalto Winery, tres bodegas con tres estilos distintos, su nombre siempre estará asociado a una de las bodegas más importantes de España: Vega Sicilia.
García fue el enólogo de la legendaria bodega durante 30 años, de 1968 a 1998, puesto en el que sucedió a su padre y su abuelo. Pero, después de que la familia Álvarez se hiciera con el control de la bodega, decidió dedicarse a sus propias viñas, que había comprado a un amigo en 1978, en la zona de Tudela. De ese mismo año es la primera cosecha de Mauro, uno de los vinos más reputados de España.
Para Garcia, lo primero es el viñedo, luego el vino y, por último, la bodega. “Buscamos vinos que respeten el terruño, que al beberlos sepas de dónde vienen”. “Vinos con singularidades, personalidad y carácter, auténticos, que te cuenten su historia y te hablen de su origen”. Estos son los vinos que amamos traer en International Wine & More.
Hoy en día, con 76 años, Garcia sigue al pie del cañón, trabajando con sus hijos Alberto y Eduardo, en la mejora continua de sus vinos.
  1. Peter Sisseck

Es oriundo de Dinamarca, un país en el que el vino solo se bebe, no se fabrica, pero termino haciendo uno de los caldos más reconocidos de España: Dominio de Pingus.
Su pasión por el vino comenzó cuando tenía solo 13 años, y visito el chateau en Burdeos donde su tío Peter Vinding Dieres estaba revolucionando la producción de blancos. Años más tarde, después hacer prácticas en Francia, se fue a Sonoma, donde trabajó junto a Zelma Long, una de las enólogas pioneras de California y, tras recibirse como ingeniero Agrónomo, acabó en Ribera del Duero, casi por casualidad.
“La verdad es que iba a entrar a trabajar en Ridge Vinyards, pero comenzaba en agosto, hable con mi tío, y gracias a él terminé en Hacienda Monasterio”. Lo que parecía una pequeña parada en su carrera, termino siendo una historia de ya casi 30 años.
“Pingus nace de la idea de profundizar en la tinto fino, la uva reina aquí, y para eso necesitaba cepas viejas”, asegura el enólogo. Tuvo suerte. Compró cuatro hectáreas de terreno en la zona burgalesa de La Horra, de donde hoy sale uno de los vinos más reconocidos, y caros, de España, desde su primer cosecha, en 1995.
En la actualidad, Sisseck se asoció al enólogo Carlos del Río, propietario de González-Byass, para hacer en el sur un fino de pago. “Para el, históricamente, es el gran vino blanco de España”.
  1. Álvaro Palacios

Álvaro Palacios fue el 7mo de 9 hermanos de una familia de Alfaro (Rioja) que se dedicaba a la elaboración de vino. Tras estudiar enología en la Universidad de Burgos, entró en contacto con la familia Moueix, que tenía bodegas en Borgoña. Su vida cambio.
Desde que conoció los vinos franceses tuvo claro que quería hacer Grandes Crus en España, algo que parecía imposible. En 1989, René Barbier, que trabajaba para la bodega de su familia y con el que recorría Europa presentando sus vinos a los importadores, le ofreció una finca de viñedos que había adquirido en el Priorat.
Palacios empezó a trabajar con distintas uvas del Priorat hasta que, en 1993, compró L’Ermita, “una viña de alcance mítico, de magia inigualable, tocada por una gracia muy especial”. De allí salió el vino más cotizado de España en aquel tiempo.
En 2000 falleció su padre, José Palacios, y Álvaro se hizo cargo de la empresa familiar. Conservó los viñedos del Priorat, y los que había comprado hace unos años en El Bierzo, pero se trasladó de nuevo a Alfaro, donde se dedicó, además, a mejorar los vinos familiares.
Palacios es un convencido de que los vinos dependen por completo de la localización de las viñas. “Los grandes vinos son el fruto estricto y puro de un lugar privilegiado”, asegura. “Cuanto más concreta es la localización, más precisa en la identidad, factor primordial de la definición de un gran vino clásico”. Es por ello por lo que ha trabajado intensamente en la clasificación de vinos más allá de las D.O. a nivel de municipios y viñas calificadas, como ocurre en Francia.
  1. Rafael Palacios

Álvaro Palacios se marchó al Priorat y su hermano, Rafael, se fijó en Valdeorras, donde reivindicó y puso en el mapa una de las uvas más de moda hoy en día: la godello.
No fue fácil. Rafael era el menor de los nueve hermanos y le costó encontrar su sitio en el clan familiar.
Durante su formación pasó por Francia y después por Australia, donde se estaba fraguando una nueva forma de hacer vinos que marcó su estilo. “Hoy en Valdeorras elabora blancos de un modo tradicional, pero allí encontró una revolución técnica y aprendió a recoger lo mejor de cada sitio: buscar el equilibrio entre el respeto a la tradición y mantener la mente abierta a la innovación”.
De vuelta en España, Rafael fue el encargado de elaborar la gama de blancos de Palacios durante diez años.
Tenía claro con que variedad quería trabajar: Godello. Tiene profundidad, volumen en boca, intensidad… Conserva el corte atlántico y la frescura, pero tiene algo que va más allá, tiene peso”.
En 2014, el Sorte Osoro de la bodega Rafael Palacios llegó a los 97 puntos Parker como “uno de los mejores vinos blancos en la historia moderna del vino español”.
  1. Benjamín Romeo

Benjamín Romeo es oriundo de San Vicente de Sonsierra, en la Rioja Alta, una localidad ligada siempre a la producción de vino. Desde niño le atrajo la enología, aunque entonces ni siquiera se llamaba así. “Entonces se los llamaba químicos”.
Con solo 21 años, tras estudiar en la escuela madrileña de la Vid y en la Casa del Vino de Laguardia, Romeo empezó a trabajar para bodegas Artadi, donde pasó más de una década. Mientras seguía trabajando allí, empezó a hacer microvinificaciones en su pueblo, donde tenía unas viñas familiares. Pero quizás lo más especial de su vino no era en este caso el viñedo, sino la bodega, situada en las cuevas del castillo del pueblo.
El primer vino de la bodega Contador se elaboró en una de sus cuevas, pero Romero ya ha comprado otras cuatro, y poco a poco se ha hecho con buena parte de las viñas del pueblo. En 2004 y 2005 su vino Contador recibió los 100 puntos Parker. “Después de esto no han vuelto a lograrlo, aunque creo que los vinos actuales tienen un nivel más alto que aquellos”.
En el discurso de Benjamín se repiten a menudo las palabras “raíces”, “exigencia”, “pasión”, “tiempo” y “resultados”. A la última solo se llega recorriendo las previas, y en las raíces está la uva y su empeño en elaborar el vino con la mínima intervención posible, y eso implica trabajar mucho la viña, del abono a la vendimia, pasando por la poda, cepa por cepa.